Dentro de la Campaña en contra de los recortes sociales que se está llevando a cabo en todo el territorio autonómico, desde la Coordinadora de Cádiz de ONGD, hacemos público este artículo elaborado por nuestro compañero Jaime Pineda de Madre Coraje
POBRES CONTRA POBRES
En estos tiempos de crisis se
está generando una corriente de opinión que trata de enfrentar los intereses o derechos de los pobres de aquí
– del mundo “desarrollado”- con los de los empobrecidos de los países en
desarrollo o del Sur.
Esta contraposición parte de una
premisa falsa y tiene un objetivo perverso a juicio de las organizaciones que
formamos parte de la Coordinadora de ONGs de Desarrollo de la provincia de
Cádiz: trata de comparar pobrezas que los que conocemos de primera mano la
realidad de esos países del Sur (o aquellos que se interesan por informarse) sabemos
no son comparables.
Las personas excluidas de esos
países viven en unas condiciones de indignidad, de supervivencia o marginación
que no son conocidas en los países ricos. Mortalidad infantil o materna,
desnutrición severa, analfabetismo, inseguridad alimentaria, absoluto desconocimiento
y ejercicio de derechos, son realidades que no sufren los “pobres” de los
países ricos. Ahí están los datos de Naciones Unidas para comprobarlo. Y viven además,
sin el soporte de unos servicios o prestaciones sociales como los que – cada
vez menos- aún disfrutamos acá: desempleo, jubilación, sanidad y educación
gratuitas, ayudas sociales, etc.
Y el objetivo de esta supuesta
incompatibilidad entre la solidaridad interna y la externa es perverso, ya que pretende
reducir la cooperación internacional, que se sigue considerando una limosna y no
un acto de justicia. Como estamos comprobando a diario, ello no supondrá que esos
recursos se dediquen a reforzar aquí el Estado del bienestar, que cada vez
queda más reducido bajo el falso pretexto de su insostenibilidad.
Muchos países empobrecidos
vivieron crisis como la nuestra hace 20 o 30 años. Los organismos
internacionales – FMI, Banco Mundial siguiendo los dictados del “mercado” –
impusieron ajustes como los que ahora los “mercados” nos exigen: privatización
de organismos y empresas públicas, de bienes colectivos como el agua,
eliminación de subsidios sociales, adelgazamiento del Estado… El resultado fue
lo que algunos llamaron “la década perdida de Latinoamérica…”. Esos ajustes,
esas políticas sólo generaron más pobreza, más inmigración, más violencia y
sólo bastantes años después algunos de estos países comenzaron a crecer y a
reducir su desigualdad, justamente cuando decidieron alejarse de los dictados
de estos organismos y seguir su propio camino para el desarrollo. Brasil es el
mejor ejemplo, sin ir más lejos.
Los recursos dedicados a la
solidaridad internacional nunca han llegado en España siquiera al 0,5% del
Producto Interior Bruto y salvo honrosas excepciones, las Administraciones
central, autonómicas o locales nunca han cumplido el compromiso de dedicar el
0,7% de sus presupuestos a la Cooperación al desarrollo de los países
empobrecidos. Sin embargo, estos escasos recursos han servido para sensibilizar
a la sociedad española sobre su realidad, para proyectar una imagen solidaria
del Estado Español y para mejorar las condiciones de vida de muchas mujeres y
hombres.
Ahora con la excusa de los
ajustes, asistimos un tanto impasibles y resignados a una reducción cuando no
eliminación de este compromiso con esos países. Estos escasos recursos han sido
la respuesta política a una clara demanda ciudadana de particulares y
organizaciones conscientes de la realidad de pobreza. La sociedad, aún en
crisis, sigue creyendo necesario ayudar a los más pobres, como se demostró con la
corriente de solidaridad ciudadana con Haití tras el terremoto de enero de 2010.
Y desgraciadamente terremotos y
otras catástrofes ocurren a diario en estos lugares, como llevan meses
sufriendo en el cuerno de África y ahora se teme ocurra algo semejante en el Sahel
si la Comunidad internacional sigue sorda a las alertas y empeñada en ajustar y
recortar para pagar deudas…
Y para
equilibrar las cuentas públicas no sólo existe la vía de recortar gastos:
España es el tercer Estado con menos ingresos de la UE-15, sólo por encima de
Irlanda y de Portugal. Como contraste, también tiene el mayor fraude fiscal y
la mayor regresividad en su carga fiscal (es decir, las rentas más altas pagan
menos que el resto de la ciudadanía). Una mayor fiscalidad para esas rentas y
una lucha decidida contra la evasión fiscal nos permitirían al menos no reducir
las políticas sociales – tampoco las de cooperación- sin poner en peligro
nuestros compromisos de estabilidad presupuestaria.
Es hora de levantar la voz para
que los más pobres – de acá y de allá- no paguen otra vez la factura de la
codicia e irresponsabilidad de los más poderosos. Cooperar con los pueblos que
sufren la pobreza extrema no es un lujo para cuando la economía crece, es una
cuestión de justicia y de responsabilidad en un mundo global que no puede
aceptar que unos seres humanos sigan viviendo en unas condiciones que deberían
pertenecer a la historia, no al siglo XXI.
Jaime Pineda Salguero
Coordinadora de ONGD de la
Provincia de Cádiz
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